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tarlo. Lo cual no excluye la posibilidad de que algu– nas mentes más cultivadas y algunos corazones más sensibilizados encuentren pábulo en estas reflexiones para formar actos de contrición per– fecta, al ver la bondad y la justicia divinas refle– jadas en los premios y en los castigos. - He oído decir que Santa Teresa meditaba mucho en el infierno desde pequeñita y solía afir– mar que los que bajaban muchas veces al infierno con el pensamiento en esta vida, no bajarían de hecho y de verdad, con el alma y el cuerpo, en la otra. - Yo también lo he oído decir y le doy la razón a Santa Teresa, como a cualquier otra persona que haga esa afirmación, y en primer lugar al Espíritu Santo que dice: «Piensa en tus postrimerías y n::, pecarás jamás.» * * * Y ahora subamos ya a la cumbre del monte Calvario para contemplar allí la tragedia más do– lorosa de la humanidad. - Se refiere a la PASION Y MUERTE DE JE– SUCRISTO, ¿verdad, don Antonio? -Sí, hijo, sí. Me estoy refiriendo a la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo. Por mucho que meditemos, por mucho que profundicemos en el valor de su testimonio, jamás llegaremos a ago– tar las infinitas riquezas del contenido de su amor, de un amor incomprensible, de un amor sobrehu- 65

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