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Cuando hablamos de la CREACION conviene que no pensiemos exclusivamente en la creación del mundo en1 un principio. La obra de la creación no ha terminado todavía. Todos los días Dios está creando de la1 nada almas espirituales e inmortales, que ensanch;:i.n y enriquecen la obra de Dios. Por otra parte, el gobierno del universo y la animaciór, conservación y perfeccionamiento de todos y cada uno de los s~res ya existentes, están exigiendo de Dios una potencia, una sabiduría, una bondad tan grandes, tan infinitas como las que necesitó e7 un principio para arrancar al mundo de las tinie– blas del no ser. Por eso,, estas perfecciones -núcleo, por de– cirlo así, de la esencia de Dios- provocan en nues– tro espíritu actos de admiración, de adoración, de gratitud, de amor y, consiguientemente, también de arrepentimiento y de dolor, cuando constata– mos que hemos ofendido a tan suprema Majestad. - ¿ Y e$tós actos de arrepentimiento son de atrición o de perfecta contrición? - De suyo tienen más de perfecta contrició7, puesto que el motivo del arrepentimiento brota ce ver ofendida la bondad, la grandeza, la majestad de Dios en sí misma. Aunque puede llevar también una dosis de atrición, por el interés personal qLe supone el rE!conocerse deudores del beneficio ce la creación Y, conservación. Del Cll;LO sabemos muy poco. Sabemos, sí, que veremos a Dios cara a cara y que gozaremos 63
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