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de ir a confesarse, se olvida de arrepentir~e de los pecados. ¿Se le perdonan éstos igual? - No, no; no se le perdona ninguno. Le pasa lo que al cazador que, escopeta al hombro, sale al monte a cazar y se olvida de la munición, se ol– vida de cargar la escopeta de balas. Ve liebres, ve conejos, ve venados, ve palomas ..., pero todos se le escapan vivos, porque no tiene con qué dispa– rarles. - Ya. Lo que parece un poco difícil de enten– der y, sobre todo, de hacer es el arrepentimiento o dolor de los pecados. - Precisamente por eso, porque el dolor de los pecados puede resultar (al menos aparente– mente) un poco más difícil de entender y de prac– ticar que las otras condiciones y, sobre todo, porque es mucho más importante, por eso le vamos a de– dicar una charla entera, toda la de mañana. ¿ Te parece bien, Juanito? - Me parece estupendament~. 56

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