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ministración, ¿comprendes, Juanito, qué distintas tienen que ser las medidas de ambos? - Sí. Me figuro que pueden ser tan grandes como las que hay entre un grano de arena y una montaña o entre una gotita de agua y un río ... Sin embargo, yo he oído a varias personas que lo único que les interesa es entrar en el cielo, aunque ten– gan que estar detrás de la puerta o debajo de la escalera. - Mira, Juanito, esas personas en realidad no saben lo que dicen. Si lo supieran se darían cuenta de que dicen una simpleza o, mejor, una incongruen– cia. Su expresión equivale a decir que les interesa poco la mayor gloria de Dios, la salvación del ma– yor número de almas y el tener una felicidad mayor o menor en el cielo. Y, por cierto, que hablar así y, sobre todo, pensar y vivir de esa manera, es tan peligroso como ir corriendo y dando saltos por el borde de un abismo. Y con esto damos ya por terminada nuestra charla de hoy, miércoles. Así es que hasta mañana, si Dios quiere, Juanito. - Hasta mañana, don Antonio. 41