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llones y millones los hombres que viven -mejor, deambulan y vegetan- en tan triste situación ... ! - Claro. Y lo peor es si se mueren así, porque entonces se van para el infierno. - Esa es la triste realidad, aunque algunos lo tomen a broma. *** La segunda consecuencia no es tan trágica como la primera; pero sí es también bastante la– mentable. Me refiero a la diferencia que existe en– tre el cristiano tibio, el cristiano adocenado y el cristiano fervoroso, el cristiano-cristiano o cristiano con garra, como dicen ahora en el argot moderno. El cristiano fervoroso es un artista de la per– fección, es un negociante en el mundo del espíritu. Su lema es:«Todo para Dios y todo para el prójimo». Su vida se desliza como un manso río que, por don– de quiera que pasa, va fertilizando campos y en– riqueciendo pueblos. El cristiano tibio, en cambio, es todo lo que se dice un tumbón, un siervo perezoso, que entierra los tesoros divinos para que no se los roben. ¿Por qué? Por no molestarse en trabajar, ni siquiera en llevar esos tesoros al banco de la presencia de Dios, para que produzcan sus intereses. *** A la hora de comparecer uno y otro ante el gran Padre de familias a rendir cuentas de su ad- 40
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