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general, no piensan igual que los de siglos ante– riores. Hoy hay más optimismo. Yo creo que con al– go o mucho de razón. - Y usted, que me ha mostrado tan clara y tan imparcialmente las dos caras del problema, ¿con cuál de ellas se queda? ¿Con la pesimista o con la optimista? - Lo que se dice quedarse, quedarse, no me quedo con ninguna. Prefiero ser realista y colocar– me, si puedo, en el medio. Ya te dije que las razones de los dos bandos podrían quedar casi igualadas. Tan lejos me siento de los que ven el panorama tan negro, que entrar en el cielo les pa– rece tan difícil como escalar el Everest o el Naranjo de Bulnes, como de los que ven todo tan fácil, tan color de rosa, que piensan que las puertas del in– fierno están a cal y canto cerradas para todos Una cosa es muy cierta: que en el juicio final habrá muchos a la derecha y muchos a la izquierda del Señor. ¿De qué lado habrá más? Si te voy a ser sincero, te diré que mi razón se queda en suspen– so; pero mi corazón se inclina decididamente a la derecha. Y piensa lo que dice Pascal, «que el co– razón tiene razones que la inteligencia no com– prende». Y con esto damos por terminada esta nuestra segunda charla, correspondiente al mar– tes. Hasta mañana, si Dios quiere, Juanito. - Hasta mañana, don Antonio. 30

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