BCCCAP00000000000000000001351

El crimen está consumado. Ahora Pedro, cuan– do recapacita, cuando cae en la cuenta de lo que ha hecho, queda anonadado y no sabe, no sabrá nunca explicar cómo ha llegado a ese extremo. Y aquí vienen las preguntas: «Pedro ha come– tido un crimen monstruoso, que indudablemente será castigado por los tribunales; pero a los ojos de Dios ¿habrá llegado a pecado mortal? Y todas las blasfemias que salieron de su boca ¿serían otros tantos pecados mortales?». Dejemos estos interrogantes en el aire. - ¿ Y quién podrá decirnos entonces si fueron pecados mortales o no? - Dios, solamente Dios, que penetra en las conciencias y escudriña los corazones. A nosotros nos basta dejar bien asentada y consolidada la ver– dad de que muchos actos delictivos, gravemente pecaminosos, no lo son en realidad por carecer de algunos requisitos esenciales. Con lo cual queda fortalecida la opinión de los optimistas, de los que piensan que son más los que se salvan que los que se condenan. En pura lógica, si son menos los pecados mortales que se cometen, a la tuerza tienen que ser también me– nos las personas que vivan y que mueran en des– gracia de Dios. ¿Lo has comprendido bien? - Creo que perfectamente. ¿ Y qué piensan de estas cosas los hombres de nuestros días? - Pues mira, los cristianos del siglo XX, en 29

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz