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pajar al acto libre y humano de toda su responsa– bilidad. Sólo constatar que hay atenuantes que merman la lucidez de la mente y la libertad de la voluntad, de tal manera que ciertas infracciones que, objetivamente, son graves, subjetivamente y de hecho no lo son. - Entonces la fornicación, el adulterio, el ho– micidio, la borrachera, la blasfemia, etc., podrán en ciertas ocasiones no llegar a ser pecados mor– tales. - Efectivamente, Juanito. Te has expresado con propiedad. Lo que no podrás decir nunca (al menos don Antonio no te lo ha enseñado) es que esos actos, por sí mismos, es decir, por su propia naturaleza, no sean pecados mortales. - Pero sí podré decir que algunas veces, por las circunstancias que los rodean, se pueden quedar sólo en veniales. - Bueno, sí, o en pecados puramente mate– riales, como cuando los realiza un niño o un de– mente, que son incapaces de cometer pecados formales. Vamos a poner un ejemplo que deje bien esclarecida nuestra idea. Pedro y Juan se ponen a discutir por un quítame allá esas pajas. Levantan la voz, se aca– loran, pierden el control de la lengua y de los ner– vios ..., se desatan en imprecaciones y blasfemias. Llega un momento en que Pedro, sin pensarlo, como un autómata, saca la pistola y, de un solo dis– paro, atraviesa la sien de Juan. 28

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