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buenas y una sola la díscola. Y aún esta oveja dís– cola fue, al fin, encontrada, curada y conducida al redil en brazos del buen Pastor. Cristo es el buen Pastor; los hombres, sus ovejas. Tres verdades hay del todo inconcusas: pri– mera, que Dios quiere que todos los hombres se salven; segunda, que Cristo murió por la salvación de todos los hombres; tercera, que Dios concede a todos los hombres las gracias necesarias para conseguir su salvación. De estas tres verdades se siguen estas tres consecuencias: primera, que quien se condene se condenará totalmente por su culpa; segunda, que nadie se condenará por ignorancia o inadvertencia; tercera, que solo caerán en el infierno los que mue– ran en pecado mortal personal. - ¿ Y los que mueren solo con el pecado ori– ginal, como les sucede a tantos niños, que mueren antes del uso de la razón? - Estos, aunque no pueden entrar en el cielo, tampoco entrarán en el infierno. ¿ Tú has oído ha– blar del limbo de los niños? - Sí, señor. Pero ahora andan diciendo que el limbo de los niños no existe. - Si el limbo de los niños existe o no existe parece que no resulta fácil demostrarlo, ya que la Revelación y el Magisterio de la Iglesia nada nos enseñan sobre ello de una manera definitiva. Lo que sí es del todo cierto es que en el cielo no en- 26

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