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Pero quizá lo más triste sea considerar que la mayor parte de los hombres no tienen fe. Nos lo dicen la razón y la experiencia. Y, aún de los que tienen fe, ¡qué pocos son los que viven de acuerdo con la ley de Dios! Ahora bien, para agradar a Dios y conseguir la salvación, sabemos que son nece– sarias las dos cosas, la fe y las obras, el credo y el decálogo. - ¿Sabe usted, don Antonio que me está entrando mucho miedo? - Bueno, hijo, si ese miedo te sirve para ha– certe mejor... Si te sirve para huir de los rayos de la Justicia divina y arrojarte en los brazos de su infinita Misericordia... Entonces, ¡bien venido sea ese miedo, que a tantos hombres ha salvado! Por algo nos exhorta el Espíritu Santo: «Piensa en tus postrimerías y no pecarás jamás». * * * Vamos ahora con la segunda parte, con la opinión de los que piensan que la salvación no es tan difícil y, por tanto, estiman que son mayoría los que se salvan. - ¿ Y esto puede probarse? - Claro que esto puede también probarse. Tranquilízate un poco y escucha bien las razones. Si Cristo nos ha dicho que son estrechas las puertas y la senda que conducen a la vida, también nos ha dicho en la parábola del buen Pastor y la oveja perdida, que eran noventa y nueve las ovejas 25

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