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la renovación de las estructuras, sometidas a un razonable «aggiornamento», a la renovación inte– rior, es decir, a la conversión de corazón de cada uno de los miembros de la Iglesia. Pablo VI se ha lamentado de que esto demasiadas veces no se haya tenido en cuenta, y de ahí la desorientación, la confusión, la vaciedad que ha desequilibrado tantos espíritus. 2.ª) Exponer mi humilde opinión de que, para llegar a una plena reconciliación y atraer a los her– manos separados, es necesaria una previa unifica– ción de criterios en problemas fundamentales de fe y de moral. Si unos sacerdotes, pongo por caso, creemos en la existencia del Purgatorio y en la vir– ginidad de María, porque son verdades de fe, y otros sacerdotes las niegan, resulta que ellos y no– sotros nos hallamos en perenne conflicto. Unos en– señando la verdad y otros sembrando el error. Por mucho que el amor de Cristo nos fortalezca y temple nuestros nervios, lo cierto es que el celo por la gloria de Dios y por la salvación de las almas nos tendrá en continua apretura y desazón, viendo que otros, con el nombre de pastores, están devo– rando las ovejas del rebaño de Cristo, que noso– tros queremos salvar. 3.ª) Manifestar mi deseo y esperanza de que estos sencillos diálogos de don Antonio y Juanito puedan servir, al menos de preparación remota, para sacar de la celebración de este Año Santo los frutos espirituales, queridos por el Papa. * * * 114

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