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-Gracias, hijo. Yo me he sentido muy feliz de tenerte por amigo e interlocutor. Ahora, como fruto de nuestro diálogo y para cerrar con broche de oro nuestras charlas, quiero darte dos saluda– bles consejos: 1. 0 ) Acostúmbrate a hacer, frecuente y fer– vorosamente, actos de perfecta contrición, sobre todo en momentos de apuro, de tentación, de debi– lidad, al emprender un viaje, etc., etc. Así estarás siempre preparado, con el billete de la gracia de Dios siempre en la mano, dispuesto a coger el tren de la eternidad cuando lo ordene el Supremo Jefe de todas las estaciones. Aquí tienes dos fórmulas para hacer el acto de perfecta contrición, por si te pueden servir para algo: Mi Jesús Crucificado, creo en Vos y en Vos espero; más que a todos amo y quiero, me pesa de haber pecado por ser Vos el agraviado. Mi Jesús Crucificado, yo he despreciado tu amor; te he ofendido, y mi pecado me traspasa de dolor. Reconozco mi maldad, perdóname por piedad. 2. 0 ) Mi segundo consejo es que en tus misas, en tus comuniones, en tus oraciones, en tus obras buenas te acuerdes todos los días de los agoni- 104

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