BCCCAP00000000000000000001351

al poner en labios de don Antonio y de Juanito el problema más vital de nuestra vida. El problema que se podrá conocer o se podrá ignorar, que se podcá tener sobre el tapete de la mesa o arrumbado en el rincón del olvido; pero que permanece en pie, esperando la ocasión de que se le dediquen unos minutos para realizar su planteamiento y en– contrarle solución. El problema de la vida eterna, el problema de la salvación .está ahí, golpeando tu conciencia pa– ra que le des entrada y te enfrentes con él valien– temente, gozosamente. Gozosamente, sí, como recibirías con gozo en tu casa a quien viniera a anunciarte que hay un tesoro escondido dentro dé tu finca y quiere ayudarte a descubrirlo, para que luego tú solo lo disfrutes. Lo peor que puedes hacer es taparte los oídos para no enterarte de nada. Como si ahora coges este librito, que reclama tu atención, y lo cierras desdeñosament~ diciendo: «¡Bah!, esto no v~ con– migo». ¿Cómo? ¿Que esto no va contigo? Algo parecido dijeron muchos que se lanzaron a co– rrer por la carretera de la vida y, cuando menos lo pensaban, se dieron de trente con la estación de la eternidad. Metieron de prisa la mano en el bolsillo, pero --sea que no lo ha/Jían sacado antes, sea que lo habían perdido en el camino- lo cierto es que se encontraron sin billete. Sin el billete de la gracia de Dios, sin el billete de la gracia santificante, sin la documentación en 10

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz