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PUNTO 1. 0 : CURJ\:CION DE UN LEPROSO OoNSID.ERACIÓN.-La 1epra era considerada por los judíos como una desgracia ,que heria a algu– nos hombres a causa de sus pecados. Por esto el que estaba marcado con esta terrible enfer– medad era Ie:viticamente, legalmente, impuro y del mismo modo todo lo que él tocaba. Sólo 1 por esta razón y no por el peligro de contagio f_p,e– ron aislados los leprosos de Ia sociedad. Por la misma razón· correspondía al sacerdote la com'– probación de la ,enfermedad y de su curación. De uno de estos ,desgraciados refier.e hoy el Evangelio (Mt., 8, 1-13), ,que 1 «se postró ante Je– sús diciendo: Señ.or, si ,quieres, puedes 'limpiar– 'me> (v. 2)'. «Si ,qui,eres, pu~des», ¡qué humHde confianza 11,abla ,en e,st,as palaibras ! El enfermo, como di 1 ce Sfl,ll, Lucas, •estaba, «enterament~ ,cubierto de le– pra». (Le. 5, Í2), esto es, su enfermedad es 1 taba ya en un estado avanzado, y, por consiguiente, sabia ,que ninguna sal:vadón humana había para él, que repudiado y aban~onado de los hombres, no tenfa más remedio que esperar la muerte lenta de la descomposición. A pesar de estoma– nmesta él firme cónvencimiento de que su cu– ración depende únicamente de la :voluntad de .Jesus. $u ,pÓder nó tiene fijados Umites; pero si· .Jesiíi ,quiere orto hacer uso dé su poder de hacer milagros, ,e1 enf.ermó, humHde y confiado, lo deja a su buen criterio. Ambas cosa,s encierra la s·encilla súplica que «cayendo sobre su rostro» (Le., 5, 12) Ie dirige: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». El Salvador no puede r,esistir una fe tan humilde. «Extendió su mano, le tocó y dijo: Quiero, sé limpio. Y al instante quedó lim- - 96 -
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