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no somos capuchinos. Lo seremos solamente en la medida que conformemos nuestra vida, más allá de 'la obligación de la ley,. al ideal del Será– fico Pádre, que «nos ha sido dado, por guia, nor– ma ·y ,ejemplo, no sólo por la Regla y T,estamen– tót sino por. todas sus ardientes palabras y santas obras». La forma e¡!¡piritual de nuestro santo Padre como 1,ey viviente da •el carácter ,espedal a nues– tro ideal ,capuchino. Ideal que nuestras Consti– tuciones trazan ,en todos sus pormenores y que el Papa San Pío X ha r,econocido también en su aprobación. Pe aquí la amónestación id!e las mismas Constituciones: «Guárdense muy bien los frailes de quebrantar estas Constituciones alegando que no obligan bajo pecado; antes bien, conociendo cuál es su espíritu, guárdenlas inviolab1eroente, para que se añada gracia a sa cabeza y mer,e2ican por esta santa ftdeliidad la divina clemencia» (~bO). Los superiores solJ1e Lo– dos son exhortados <<a ser los primeros en obser– var las pr·esentes Constituciones, y después, ,con resolución santa y ,eficaz, imiuzcan a todos sus súbditos a •que las guarden inviolablemente». ,Asímismo «las hagan leer en el refectorio una vez cada seis meses» (24:7). Los Padres que en tiempo de cuaresma con fre•cuencia están fuera de casa, harán ciertamente bien si por lo me– nos una vez al año leen con atención las Cons– tituciones, pues priecisa:rnente por medio de la l,ectura privada .se nos abre su riqueza de pen– samientos y aspiramos su piadoso perfume. Untcamente tendremos razón de existencia y derecho a la bendici-ón divina como capuchinos en tanto que permanez,oamos fiele,s a nuestras Constituciones. La fidelidad a la Regla y Cons-

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