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a conseguir una tan ,e,levada vuéadón a los seña– lados con el sello diyino y también para rproipor– cionarles una felicidad que nosotros mismos he– mos encontrado ,en la Orden. Esto tanto .más cuanto que hoy con frecuencia se les oponen grandes obstáculos ,en ,e,l ,camino, gen,eralmente por parte ,ct:el medio ambiente. Tienen ¡necesidad rea;lmente de:l estímulo, de la dirección y del ase– soramiento para ,encontrar el ,camino señalado por Dios. Dios no intervi,ene de ordinario mila– grosamenj¡e, sino quff,e,s,pem ,en cierto modo nues– tra cooperaicióitl. e) Finalmente, la gratitud a la Orden. Lo que somos, lo debemos en gran parte a la Orden. Es nuestra madre -espiritual a la ,que tenemos que .agrad,ecer casi todo: nuestro mantenimiento y segurida,d temporal, nuestra formación intelec– tual y moral, una amplia posibilidaid de trabajo y de acción, una ,,posición ,estimada ,en la Igl,esi,a y -en el mundo, la paz del alma y por añadidura el d·erecho especial a la her,enda eterna divina (Mt., 19, 29). En la Orden hemos encontrooo ver– daderamente el tesoro escondido (Mt., 13, 44) y haJ,laldo la perla preciosa (Mt., J3, 45) en cambio de 1os cuales ninguna prenda es demasiadt> ya– liosa. El mejor modo de poder pagar la gr,an deuda 1de gratitud para con la Orden es no, sólo tra,bajar y entr,egarnos ,enteramente a ,e}la nos– otros mismos, sino también ·reclutar. nuevos y buenos miembros, y así asegurar ,su cre,eimi,ento - exterior e interior. APLrcAcróN.-¿Nos hemos dado cuenta hasta ahora de es:ta responsabilidad pe,rnonal por la nueva generación de la Orden, o creíamos poder declinarla en Ios partfoulaires oncialmente en– cargados? El celo y la prieocupaición por• la ju~ -46-

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