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Esta separación puede hacerse sin culpa per– sonal; pero con frecuencia encierra culpa propia, como sucede siempre en la despedida y en la huída o apostasia. Sabi,endo muy bi-en nuestras Constituciones que el rompimi,ento exterior culpable con la Or– den ordinariamente se origina _de la creciente infidelidad interna, nos previené contra la «apos– t_asía d~l corazón», q1,1,e consiste en «dejarse ~no dominar del espíritu sensual y .soberbio del ¡:nun– do, oon lo que poco a poco ·se pierde el ,espíritu y el amor de la. Orden» ( 46). ·iPor :tanto, si queremos hacernos dignos de la gra-c:'i.a de la p€rseverá'hda, :uó·dos debemos tener en cuenta el doble aviso: «¡Luchad· contra el orguJio ! ¡Huid de lós placeres del mundo! » ' . ' ' PP-NTO 1.ó: ¡LUCHA CONT;RA_ EL ORGULLO! CONSIDERACIÓN.-a) :Es muy fund:aido ,en ra– zón ,que nuestras Constituciones vean sobre todo en el orgullo un grave peligro para nuestra per– severancia•,en la Orden. Ya et,ancimio Tobías ,advaerte a su:hijo: «No' te ensoberbezcas -en tu corazón, porque ,en el orgullo,. está la perdición y el. desorden» CI'b., 4, 14). Y,en el libro d.e los Proverbios dice amones.;. tando el Espíritu Santo: ,«La soberbia es'heraldo de la 'ruina, y la altiv,ez de ,corazón, de ·la caída» (Prov., 16, 18). Una ,experienciá ,ct;@i mi'}1Ja.1"~s, de c'aSo.S ló confirma aun en el está\do~telJ.:gioso. El orguUo es exactamente igual que,un viento frío ·tte tas altas montañas ,que congela los arro– yos de l 1 a divina gracia. «Dios resiste a los so- - 370 -

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