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ciente conformidad con el Salvador pobre, hu– milde, crucifi,cado, que se sacrifica por las almas, podemos poco a poco tender a otras aspjraciones el afán de brillar y haoorse valer, el deseo de una, vida descansada y ,cómo,da. Esto significa, ,en cierto moa.o, una pérdida de la vocación re– li1gi,ooa; y hasta pueden, ,en caso die no obtener resultado en sus to11cidas aspiraciones, llevar -a qui<en así vive a la salida de la religión. Preguntémonos, pues, a menudo ,con San Ber– nardo: Ad quid venisti? ( ¿A. qué has venido al convento?) Recordemos siempre de nuevo y vivamente que el primero y más importante de todos nuestros deberes como ,capuchinos ,es as– pirar ,á la perfección franciscana, a la conformi– dad con C'risto y a la íntima unión con Dios, por medio de ta fidelidad, hasta en Jo m;'is mf– nimo, a los votos, Regla y constituciones 14 • A esto debe ordenarse y subordinarse todo lo de– más. Fa:lturíumos directa y gravemente al deber de nuestra vocación d,e aspirar a Ia perfe<0ción, si con frecuencia violáramos en puntos importan– tes loo san:tos votos o la santa Regla, si habi– tualmente tra&pasáramos por desprecio ,Ia Re– gla y las Constituciones aun en sólo cosas pe– qúeñas, si dire,ctamente nos despreocupáramos en absoluto de la perf,e,oción y, por último, si con nuestro ejemplo perjudicáramos gravemen– te la disci<plina :reHgiosa 1 s. En caso de ,qu,e nos corves:ponda el examen de vocacione,s religiosas, debemos ,en primer lugar indagar las intenciones más hondas de los ean– didatos y que no siempre ,están realmente en la superficie. Especial pr1e,caución hay qu,e tener con los que se decic1en a abrazar el estado reli-

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