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reservado al clero dedicado a la cura de almas. Sin embargo, aún viyiendo él, la grandiosa ac– tiVlidad apostólica die .sus frailes los llevó es– pontáneamente, en cuanto sacerdotes que ,eran, a que también les fuera permitida la adminis– tración ,del sacramento de la Penitencia. Desde entonees la pr,edica1ción y ,el ojr conf,esiones se consideraron como los ejercicíos fundamentales de su apostolado 28 • Ambas cosas igualmente su– blime~, p,ero también iguaHnente .llenas de res– ponsabilidad. PUNTO L°: M;lNISTElRIO EXCEJ:,80 CoNSIDERACIÓN.~Es yerdaderamente un poder excelso y divino el que tenemos y ejercemos los sacerdotes en el sa,cramento de -la Penitencia. En nombre y autoridad de Cristo, de Dios, per– donamos los. pecados, todo pecado. Nuestro jui– cio de absolución en la ··tierra lo sanciona El en el cielo. Quitamos del corazón de 10s hom– bres ni. carga -más pesada. Ningún. otro poder en la U.erra y ningún soberano del ci,elo pued~ qui~ tarlo. ¿Quién de nosotros sacerdotes no ha Sido y·a testigo de cómo respiraba nuevamente, ya aligerado, un pobre .pecador y tal vez estrechaba la mano agradecido después de haber oido de nuestra boca las palabras divinas de la .abso... lución? con razón dice Pío XI en su encíblica sobre· el ,Sacercl10cio: <<Qué Consuelo para· el hom;. bre culpable, traspasado de remordimiento y arrepentido, oír la palabra del·• saceMote qu:e en :nombre de Dios le -di•ce: «Yo te absuelyo de .,tus ;pecados.» Y e'l oírla de la boca de quien a ,su vez tendrá necesidad: d,e pedirla para sí a - 338 -

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