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APLICACióN.-Nosotros, Padres, debemos esfor– zarnos por conservar en.teramente este .carácter distintivo de la predicación franciscana. Nues– tra predicación ordinaria no ct,ebe ser, en cuanto al fondo, para una aristocracia intelectual o r,eligiosa, para un pequeño círculo de hombres formados, entu3iastas, o quizá solamente aman– tes de las beJlas letras,· sino que debe acomodar– se a la extensa masa. 9,el pueblo, debe tener en cuenta la vida trivial de los. hombr,es de hoy con sus problemas, necesidades, dif1cultades y mise– rias, per,o no con estériles reflexiones morales, sino más bien· aprov,echando y haciendo fruc– tíferas las sublimes· y ,eternas verdades .de la fe. ;Esto presupone un conocimiento de la vida que dan no sólo las lecturas, sino también el confesonario y sobre todo la cura práctica de las almas. :Per:o no menos hace -falta un cons– tante y pro,fundo estudio teológico, un conoci– miento a fondp sobrie• todo de la Sagrada Escri– tura, que ciertamente débe utilizarse con toda profundidad, pero sobria y prácticamente. Final– mente, y no en último lugar, necesitamos .poseer a fondo «~l sublii;ne conocimiento de Cristo» (Flp., 3, 8), cuya V'ida y doctrina son la solución de tod9s los problemas, Por eso nuestras Cons– tituciones amonestan a· los predicadores a «que estudien a Jesucristo, en quten están todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia id:e pios~ (211), y a ,qu•e «citen, ante todo, :a ,Cristo, cuya autoridad está sobre todas las personas y ra– zones del mundo» (204). Tampoco podemos olvidar ,que el primer de– recho a. una instrucción genuinamente· ,francis– cana, esto ,es, práctica, pero profunda, lo tienen nuestros coristas y hermanos legos;

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