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El ministerio de la predicación es realmente divino en su origen y en su ;fin. PUNTO 1. 0 : ORIGEN DIVINO CoNSIDERAc:tól.íi. ~Cuando el obispo en el altar de la ,consagración nos confió a nosotros, los Padr,es, el ministerio de la predicación; nos 'díó una parte de su propio ministerio dé evangeli– zación. Por eso nos pone las manos sObre el libro de los Evangelios, que él uene ·sobre el pecho. A él mismo, en su consagración le fué puesto este libro sobre la cabeza y la espalda, y luego se le entregó con estas palabras: «Toma el ;EvangeliQ, v:e y predícalo al pueblo a ti con– fiado». Con ello se le transmitió_ la n:üsión que Cristo, el Hijo de Dios, había dado a los ;Após– toles: 1 dd por tódo el mundo y predicad el Evan– gelio a toda criatura» (Me., 16, 15). :Por consi– guiente, nuestro ministerio de la predicación ra– füca con toda verdad en Cristo y por El en aquellos que El ha enviado (Jn., 20, 21). El Hijo de Dios ha puesto en nuestros labios mortales por medio de un sucesor de los Após– toles su divina palabra, y nosotros debemos anunciarla a los hombres, darles este pan ce– lestial (:Mt., 15; 36). Se r-epite continuamente la escena de la milagrosa multiplicación de los-pa– nes. Los discípulos dan el pan bendecido por el Salvador, que por su bendición se multiplica mi– lagrosamente y sacia a la multitud dél pueblo. Además; la palabra de Cristo deja en nuestros labios mortales su autoritativa e infalible pa– labra divina. «El que a vosotros oye, a Mí me oyie, y el que a vosotros deseclha:; a .Mí me - 321- 11

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