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terior; }levémoolos .con g1J.sto. En el mundo, en la familia, probab1emente, apenas serían. me 7 nores. Sujetémonos, pues, al. orden conventual. Seamos obedien'bes y dóciles con los superior~s e indulgentes, comprensivos, pacientes, atentos y s,erviciales con nuestros hermanos. Pongámonos nosotros :mismos ry también, según la amonesta– ción de nuestras Constituciones(l14), todo ,lo que por cua1'qui,er título se nos regala, desinteresa– damente, al servicio de la ·comunidad. Debemos dar para poder r,ecibir. Consideremos también si,empr,e 'los beneficios de Hi comunidad como una santa responsabili– dad a nosotros i1npu,es'ta. Como sufre todo el or– ganfsmo cuando ,está ,enfermo uno. de sus miem– bros, así también sufre nuestm comunidad cuan– do ,rpie,mbros particular,es no cump,len con su debet,.Cuando fallamos 1en el espíritu.de oradón, en la humildad _yen la caridad, ,en 1á pofüeza y: penitencia, ,entonc,es ofendemos a tod•a la f,amilia, conventual. El estar libre de los cuidados temporales, la abundancia d,e auxilios es,piri'tuales y sagrados que recibimos . por. parte .1de la corµu.p.i,Q,a$l., todo esto no debe ser para nosotros ocasión de indo– lencia y negligencia, sino un fuerte aguijón para una mayor aplicalCión y ,esfuerzo, para una más solicita aspiración a la perfección y para unia ilinii'tada garantía ,en el cumplimiento de los de– beres de nuestra vocación. De ,esto somos deudores a la mtsma comunidad y a Dios que en ,ella nos ha colocado sin nuestro merecimi,ento. 1)\. qui,en mucho se ha drudo, mu– cho se le exigirá» (Le., 12, 48). ¡Ojalá, sin em– bargo, ,que no solámente por la pérdida de la '_ 29 -

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