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mana sabiduría, sino. con la doctrina y gracias del Espíritu Santo» (I Cor., 2, 4) 1 ·'). Umbría e Italia Central experimentaron en prin:eer lugar las bendiciones del apostolado franciscano, y luego, en la prodigiosa medida en que el icLeal seráfico alistaba nuevas fuerzas, eran puestas al servicio del siempre máS extenso apostolado franciscano. En ,el año 12.16, pocos años después, por consiguiente, del viaje a Ro– ma, los .nuevos apóstoles .habían -conquistado ya toda Italia desde Lombardía hasta Sicilia y pro– ducian abundantísimo fruto en todas partes. En el 1 0apítulo de p,entecostés de 1217 comenzó el avance más allá de las fronteras de Italia, a Francia, España y a todos los países del con– tinente· europeo. Sólo los países de lengua ale– mana opusieron resistencia a la entrada de los pacíficos conquistadores. Los sesenta frailes, que allí habían penetrado, fueron considerados -éo– mo herejes y en medio de indecibles dificultades tuvieron que regresar a ltalia, En .122.1 Fran– cisco -ensayó una nueva tentativa y noventa frai– les se alistaroll a las órdenes de Cesáreo de.iEs– pira para la misión, «llenos de celo por la causa de Dios y la salvación de las almas,.;y animados del deseo del martirio». Pronto una floreci,ente provincia alemana fué la base de un extensísimo apostolado. En 1224 siguió otra provincia inglesa. Además, coincidía con este misionar en los paí– ses cristianos, la penetración en -el imperio sa– rraceno, como nos mostrará más extensamente una meditación especial. iDe este modo ya en vida de ,san Francisco la Orden tuvo una magnífica actuación apostólica, cuyo rápido desarroilo sólo en la obra de los Apóstoles tiene equivalencia. Ceiano pude? es- - 286 -

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