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El ser representanbe de Dios es un jurídico y sagrado título al respeto y veneración quienquie– ra que se,a, como hombre, •el representante. Por esto el ,Apóstol exige a los siervos que tengan a sus amos gentiles «por acreedores a todo ho– nor, para que no sea deshonrado el nombre de Dios» (I Tim., 6, 1, s.), y con mayor razón a los amos fieles aunque sean hermanos. Qué profundo respeto debemos, pues, a nues– tros Superiores, que son «ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios» (I Cor., 4, 11, ,que pueden decir ,en el verdadero sentido de lia palabra con el Apóstol: «1Somos embaja– dor,es de Cristo» (II Cor., 5, 20). Nuestro santo Padre quería <<que fuesen honrados de todos co.;. mo representantes de Cristo» 30 • b) Pero por otra parte los Superiores deben ver en sus súbditos unos ·consagrados a Dios, que han de cuidar con la más humilde vene– ración. ne esta manera pensaba nuestro Padre S 1 an F~ancisco. En la Regla no confirmada decía: <<Y acuérdense los ministros y siervos que dice el Señ.or: No vine a ser servido, sino ,a, servir» (Mt., 20, 28), y ,que les han confiado el cuidado de las almas de los frailes, de las cuales, si al– guna se perdiese por su ,culpa y mál ejemplo, en el día del Jui'Ció habrán de dar cuenta de ella 1 ante Nuestro Señor Jesucristo» 31 . Y ,en las «,pa– labras de ,exhortación a todos Ios fra.ile:s>? l•eemos: «Los ,que ejercen autoridad sobre otros gWri 1 ense tanto de su prelada como si les encargasen de lavar los pies a los fraHes» 3 '2 • El mismo sentido tiene lo incorporado a la H,egla definitiva: «Los frailes que son ministros y siervos de los otros - 264 -

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