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de eUos. Cuando alguna y,ez manifiesta al Supe– rior sus dificultades, inconv,enientes, deseos, no lo hace en tono de reproche, .exigencia o ame– naza, sino objetivamente, respetuoso y con la buena voluntad de conformarse con la última decisión del Superior. Finalmente, se atiene a la orden a e i ó n de nuestras Constituciones: «Guárdense todos los frailes de apelar tuera de nuestra Orden contra sus Superiores, conside– rando_ que no hemos v,enido a la r.eligión para pleitear, sino para Uorar pecados, enmendar la vidia y Jlevar la cruz de la penitencia ,en segui– miento de Cristo, que se sometió con paci-encia a los juicios humanos, aunque injustos e impíos; con todo, los ,que quieran recurrir háganlo or– denadamente, esto es, del Guardián al Superior Provincial, de éste aJ. Ministro 1 Genera1 y del Ministro General a la_ Santa Sede» (2,30). Tanto tenemos del espíritu de Cristo y del de nuestro Padre, cuanto tenemos de este espíritu de obediencia. PUNTO 2.º: OBEDlENCI,A. CON ALEGRE AMO~ _CoNS1DERAcróN.-Todo lo que los hombres da– mos a ,Dios, lo más grande ,como lo más peque– ño, recibe su valor únicamente del amor. iPero 10· que el amor da lo da con alegre corazón. a) La obediencia del Salvador hasta la cruz fué 1amor al :Padre. En la víspera die su Pasión afirmaba: «Conviene que ,el mundo conozca que Yo amo al Padre, y -que según el mandato que me dió el l'adr,e así hago» (Jn., 14, 31). Por eso le apr,emiaba sin cesar al bautismo de la Pasión (Le., 12, 50). Por eso, en el último viaje ia Jeru- - 2,60 -

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