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Cristo· prosigue en .. nosotros, sus miembros. su. humilde acto de, obediencia, e~ía•.la orgullosa caída ,del hombre del estado sobr.e1natura1', cQnS– t'3lltemente rceiterada en la historia, ;y as,egar~ a'l hombre siempr,e de nuevo la gloria de Ja· gra,.. ciadivina. · . Ya sólo por ésto. somos apostóles y. sobre todo por metlio de lós votos, esp,eeialmente, 0 ,por el voto de •óbediiencia, «esta:mos crucificados c.on Cristo» (Gal., 2, 9). Nuestro hái>ito ,en forma de cruz; expnesión de nuestra crllieifixión, según nuestras Constitttciones, ,es asi con razón•e1 há– bito deLapóst-012&. .Ai>LIOAcíóN.-¿No.,nay algo de·· consolador ·en la eonci-encia ·de .ié¡ue con nuestra «vlda en obe– di,encia»., por sétteitla que transcurra~ ayudamos; aí Salvador a tedimir al mundo, .a· salvar·las 1:a:1+. mas? ¿No s,entimos dentro de .nosotros un .fo~i– simo impulso a llevar la diaria ,cru:;,; de la obe– diencia con. alegría y por arnot al S-álvador? Ahora comprendemos ta1ílbién por qué a nos;., otros, sacerdotes; se .:nos ,exigió expresame:h~. ante el altar ·Ia promesa de. obediencia; porqué precisamente nüestra actividad sacerdotal debe estar •enteramente bajo la obediencia si ha de tener virtud redentora. !Pío XI, en su encíclica sobr,e el sacerdocio ,ca– tóUco, di0e que Cristo con su ejemplo de obe– diencia quiso demostrar 1« 1 cómo aun el· oelo más ardiente debe estar siempre regido por 1,a obe– diencia al ,que para nosotros hace las veces del Padre y nos transmite sus órdenes, esto es, a los legítimos Superiores jerárquicos'>. iPor eso pide el :Papa que «la obedi•encia señ.ale a cada uno su puesto y lugar, y ése ocupe cada uno sin reticencias, que no servirían sino para entor- -'- 255 -

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