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te•ctor «para el victorioso combate contra todos los engaños del demonio» 23 • Este yelmo ,es un símbolo del dominio de nosotros mismos que debemos practicar en el trato con el mundo, so– bre todo con el mundo femenino, para la guard!a de nuestra castidad. También, tenemos aquí ,el luminoso ej,emplo de nuestro Pádre. PUNTO l.º: FRANCISCO Y LA MUJER , 'CbNSI~ERACIÓN.7{:omo e.n: to~~ las ,cosa~ tapi~ b~é•nen, su trato con et mundo feip.enino,siguió Fra11qisco entera;111ente las huellas de C'ri~to. a} .Xa .henios admirndo, al Salvador ·en su t;rato:con la. nmjer. Se caracterizó por un res-– petuoso retraimiento unido a una n0ble nar.u– ralidad y atrayente afabilidad .Este retraimiento no fué motivado sin duda por la razón de peli– gro, sino que era únicamente expresión de su interna actiti:u:I frente a la mujer. En efecto: Ell veía en la mujer un ,pensamien– to divino visiblemente concebido ,para una ,ele– vada .misión en el plan de. lá ., creación; Veía, además, algo aún •mu;cho. más grande, lo que.' El mismo por la RedenciJón había hecho de la mujer: Hija de Dios, ciudadana del r~ino de Dios .del mismo valor que el hombre (LPtr. 3, 7), qtié,· conforme, ,a SU., carácter ..•propio femenino, IM. insertada activamente en el orden de la sal– v-ación. •De aquí su profundo. respeto a la mujer. Un· respeto que ·,siempre guardó una distancia nu :q.ca .traspasada. o) . También aspiró Francisco a ,este idea, por supuesto ,con humilidie reconocimiento de Ia caída - ?,líl -

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