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procurar «que nuestro cuerpo no se rebele con– tra el espíritu, sino que en todo le ,esté suje– to» (68); la templanza en la mesa, qu,e «nüestros corazones no se entorpezcan y nuestra mente se conserve pura» (71); y, en general, qüe todia nuestra Vida tienda a que «mortificando nues.;. tro hombre exterior viyifiquemos el espíri– tu» (89). Como verdaderos discípulos de Francisco y au– ténticos capuchinos practiquemos con fortaleza y alegremente, en· cuanto lo permitan nuestra salud y nuestro trabajo profesional, en primer lugar, las mortificaciones prescritas o acostum– bradas ,en la Orden: ayunos y abstinencias. dis– ciplinas, pobreza y aspereza ,en el v,estido, andar descalzos, dormir con hábito y sobre duro jer– gón de paja, etc. Entonces la bendición de la obedi,encia viene en beneficio de la mortifica– ción y as1 quedan segur.tsimamente excluidas la - vanidad y la ilusión. Si estas mortificaciones nos son realmente im– posibles, entonces practiquemos con m.ás ahinco pequeñas priv.aciones en la comida y bebida, o en los simples condimentos, }levemos más gus– tosos los sacrificios del orden c.onventua1 !Y de la vida de comunidad, }levemos con mayor pa– ciencia y más silenciosamente la cruz del tra– bajo de nuestra profesión. El Seráfico -Doctor escribe de nuestro santo Paidre: «Afirmaba ,que la ociosidad: es una sentina de donde proceden todos los malos pensami-entos, por lo cual -ense– ñaba Con su ejemplo que la carne rebelde y pe– rezosa debe domarse con duras disci;plinas y no interrumpido trabajo» 2 1 • Siempre será verdad que la castidad ,conserya su delicado esmalte sólo entre espinas, y cuanto - 207 -

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