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sino que, pr,ecisamente en interés de este obli– gatorio dominio de si· mismo, exige severidad con la naturaleza sensúal, en g,en,eraI, y por con– siguiente una mortificación externa en las cosas permitidas. «No os deis a la carne para satis– faicer sus concupiscencias», advierte a los roma– nos (Rom., 13, 14). Y en la primera carta a los corintios razona esta exigencia con una aoer– tada comparación tomada de la vida deportiva de entonces. «Quien se prepara• para la Lucha, de todo :se abstiene, y ,eso pará alcanz,ar una córona· corruptible; inas nosotros para alcanzar una incorruptible. Y yo corro, rio como a 1 la ven:.. tura, por un premio· inci,erto; ··no ·como qUien azota ar aire, sino qU:e ,castigo :mi cuerpo .y lo esclavizo, no, sea qqe, · habiendo sido heraldo para los otros, resulte·yo d: 1 escalifiéado» (ICor., 9, 25-27). Esto quiete decir solamente: como el atleta ·se ejercita para ,e1l verdadero encuentro con muchas abstinencias y penosos ej,erdcios preparatorios, así .también nosotros debemos adiestramos para la lucha moral absteniéndonos y dominándonds sen l_as cosas permitidas. · cY La Iglesia,:,.que gobernada ipór el Espíritu Santo es infaliblé guardiana y maestra de la fe; si,empre ha permanecido fiel a esta interprefa– ción del profundo interés lY hasta de la necesi– dad de la mortific81ción extema voluntaria paru la conse;rvación de la castidad. En teoría y en la práctica. Todos sus grandes doctor.es, incluso el dulce San Francisco ,de Sales, han expresado en una 1 u otra forma el pensamiento ·de ·San J,erónimo'! K<Quien cree que puede entregarse a todos los placeres sensuales permitidos y, · sin · embargo: preservarse de los no permitidos, se engaña a :sí - 204 -

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