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namente libres para consagrarnos sin reserva a las cosas del Señor (I Cor., 7, 32 s.); aguza nues– tra vista ;para penetrar los profundos misterios die la fe que nosotros tenemos que predicar CLVI:t,j 5, 8); da ·a esta predicación un calor y U:na fuerza persuasiva propia; nos asegura la confianza de las almas en d santo tribunal de la penitencia. Pero sobre todo esto le es inhe– rente, como desposorio con Oristo, un poder re– dentor universal, ,Ciertamente calladú, pero muy eficaz: Igualmente sucede con el voto de ,castidad de coristas y hermanos legos. No sólo es un lumi– noso ejemplo que estimula a la castidiad prema– trimonial ·y conyuga1., sino ,que obra satlisfa– cie:ndo y sirviendo de mediador de la gracia. ?No hay ,en esto un poderoso estímulo a la fidelidad? . Todo sa,crifido, ·. toda lilc!ha por la p:/:omet \i.da castidrudJ alimenta la invisibDe co– rriente de luz y fuerza del retno de Dios. Toda 1efección, aunque ningún h?mbre se entere de ella., neva consigo, en algu:t'.l:,a parte del reinó de las almas, un desfallecimiento y un apagón'. PUNTO 2.º: f>ERFEOCION SOBRENATURAL DE LA VIDA CoNsIDERAcróN.~l voto de castidad no sólo nos· hace naturalmente inf,e,cund!os, sino tam– bién humanamente nos deja solos. Renuncia– mos al protector y agradable estado de seguri– dad con otros hombres y ,en ,el seno de una fa– milia (Gn., 2, l8), hacemos dejación voluntaria del complemento vital natural de la muj,er, y - 198 -

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