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,_Con esto se nos descubre ya el profundo sen– ti1do, la enorme trascendencia de nuestro voto de castidad tanto para toda la Iglesia como para nosotros personalmente. PUNTO l.º: DON~CION SOB:REINATUEAL DE LA VIDA ror el vpto de castidad nos sustraemos a la continuación de la corriente de la vida humana natural -que fluye a través de mUlares d.e años. Ei~mun,ciamos a tener raigambre según la san– gre en nuestro- pueblo y a trabajar en su 1 por– venir por la generación natural. -Pero· esta infecundidad natural consagrada a Dí"Ds, elegida «por amor del reino de los cielos», se· hace _ por una fecundidad de un orden más elevado. En lugar de ia donación de la yida na– tural se pone la donación de la :vida sobrenatu– ral; nos enraizamos y perpetuamos en el reino de Dios y de las almas y trabajamos por su porvenir. a) Como la pobreza libremente elegida de Cristo, así también su virginidad librel)lente ele– gida estaba enteramente al servicio de su mi– sión de Redentor. Con ella, ante todo, ha ex– piado el espantoso abuso de la energía sexual da,da por Dios. Nuestra virginidad practicada por amor de Cristo participa también de -este poder de expia– ción universal, de tal manera -que podemos de-cir con el Apóstol: «Suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia» (Ool., 1, 24). Ya no es esto un trabajo por -el reino de Dios - rna-

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