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guir la humilcta;d y polJreza de Nuestro Señor Jesucristo... Y deben alegrarse de tratar con personas viles y despreciadas, pobres y flacos, enfermos y leprosos, y · los mendigos. ele los ca- minos» 45 • _ APLWAcróN.,---,&Obramos nosotros según •esto'? ¿Sen nµestros favoritos las gentes pobres y hu– mildes o nos vanagloriamos quizá de «nuestras buenas relaicio:n:es»? En la portería, en ,el Iocu– torí-0, en nuestras visitas, ¿pr,eferimos las lla– madas clases superíores tal vez porque conta– mos en sus casas con la ,correspondiente réci– procidad, -con un mejor trato y otras cosas por eLestilo? ¡Qué .poco franciscano sería esto•! Los ricos y nobles se hallan ya suficientemente cor– tf)j,ados; en cambio, las gent,es pobres y hu– mildes son ·mµy postergadas y atropelladas.. No queramos, nosotros !hijos del Padre de Asis, nos– o.tros capuchinos, tratarlQs aún con altivez y ásperamente. ,Cuentan p,r,ecisamente con nues– tra simpatia, con nuestro amoroso int·erés, con nuestra bondad ~ amabilidad. Esto les hace. bieiII y son muy agrañecidos por .eJio. El amory ,la confian~a del pueblo, de las gentes pobres y· hu– mildes, debe p•ermanecer en la herencia fran– ciscana, de. la ·cual debemos mostrarnos siempre dignos. PUNTO 2. 0 : AMP,ARO DE LOS POBR::!;GS CoNSIDEaM.CIÓN.~} El amor de nuestro Padre a los pobres no se consumió en sentimientos y palabra&, sino que fué un amor «de obra y de verd,ad» (l J'U., 3, 18). •El hijo ricQ del comerciante daba limosna a manes llenas. El pobre de Cristo repartía conlos - 179-

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