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b) Más adelante nuestras Constituciones há-– cen resaltar la obliga'Ción ,cte la economía: y del cuidado en el uso de las limosnas: «tenien– do ,en cuenta que somos huéspedes en el mun– do, donde ,comemos los pecados de los pueblos, y que de todo hemos de ct,ar estrechísima cuén– ta« ( 120). ,A. nuestras limosnas se pega la ma– !YOria de las veces ,el .sudor drl_ pueblo pobre, que en cierto moao-nos carga con sus-pecados y con la penitencia por ellos ,debida.. Por esto las limosnas son <santos dones de Dios. ¡Qué responsabilidad, pues, derrocharlas o dejarlas perder! 39 • e) Finalmente nos recuerdan nuestras Cons– tituciones la obligación de orar por nuestros bienhechores (62). Oon eno cuentan de una ma~ nera especial en sus preocupaciones y necesida– des, y tan a menudo nos lo piden expresamente, al ofrecernos sus 'limosnas, no pocas veces con grandes sa\Crifücios personaJei,. En la omció!n a,caba y comi,enza de nuevo este santo circuito: lo que recibimos de los hombres como pobres de Cristo 'por amor de Dios, lo devolvemos a Dios como amorosa acción de gracias e inter– cesión. APLICAcróN.-¿Nos hemos dado siempr,e cuenta viva de 1esta santa r,esponsabilidad incluída en la limosna; de la obligación, en ella fundada, de laboriosidad, moderación, economía y ora– ción? ¡Qué consuelo tan grande, principalmente para los frailes ancianos o deUcados de salud, el pensar 1que preci.samente ,e,uos, con su fideli– dad a la 1pobr-eza y con su oración, pueden llé– var al mundo un río de bendiciones como paga por los beneficios a nosotros otorga:1os ! De nu2s– tro hermano San Félix de Cantaii,cio es esta

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