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• artéiános! A. la vejez conviene la delicadeza de cortcíeneia y ejemplaridad. ¡Seamos siempre dis– cretos y sinceros en la petlidón de permiso! Un p~rmiso obtenido subrepticiamente o medio for– zado• a fu:erza de porfiar. no es más •que un arti– ffüio éon ,que nos engafiamos a nosotros mismos y una· carga ·de concien:cia. ¡Vivamos sin nec,e– sidad de permisos g,enerales ! · De lo contrario, prácticamente volvemos a tomar lo que como ofrendia pusimos sobre •el altar en la profesión. ¡No nos tranqumcemos fácilmente con un per– miso tácito! El superior calla muchas veces por razones de ;prudencia ante lo que no puede au':. torizar. No noo supongamos el permiso ,en todo lo posible. Esto ·es ·buscarse úno su comodidad en la ·pobreza y evitar sus sacrificios. :Aun lo existente o colocado en el propio con– vento, Jo mismo que las cosas de la huerta, co– cina y d.espensa, no han sido dadas para nuestro uso' o consumo personal. Nuestrás Constituciones dicen expresamente: «Ningún fraile se atreva a coíiñer, así dentro como fuera de nuestros con– ventos, sin licencia y bendición del Supe– rior» (74). Es una hermosa y antigua costumbre capuchina antes de hacer la maleta en los tras– lados· pedir permiso para poder llevar consigo los libros, prendas de vestir y otras cosas de uso permitido y que no pertenecen al conv,ento, e igualmente pedir al Superior del nuevo convento permiso para el simple uso d,e las cosas traídas 8 • EBto nos lleva muy claramente al convencimien– to d!e que «como peregrinos y ,extranjeros ,en •este mundo servimos al S1efior en pobreza y humil– dad». rOjalá. que un día en lecho de muerte po– •damos poner sin reproche de la conciencia todo -148 -

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