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tras tanto se ha hecho casi de noche y por ello ovdena maJ.1char a la tranquila orilla OTiental (Me., 4, 1-3 1 5). El viaje comienza estando el lago sereno. Los discípulos, unos se ocupan alterna– tivamente de los remos, otros de la vela y. del timón, mientras otros descansan. Para el Señor han dispuesto un rinconcito en la popa, donde puede permitirse unas horas de sueño, después del penoso trabajo del .gí¡i,, recostando la cabeza sobre un cabezal. Vale la pena, pues en circuns– tancias normales la. travesía dura aproximada– q¡_étite unas tre.s horas. Tampoco· Jesús ta~da mucho tiempo eh quedar 1 dúrmido. De repente se i.evanta, verosímlHmente proce– dente de las montañas del Norte, un violento huracán que revúelv,e llasta el fOilldo el ,en otras ocasiones tranquilo laigo. (Pronto las olas se agi– tan y ,envuelven la barca por los flancos de suer– te que, como una cáscara de nuez, ya se eleva a lo alto, tya cae de nuevo hasta el ,profundo. Las olas golpean sobre la borda, ,cubren y desbordan el bote (Mt., 8, 24}. Los discípulos, hábiles ma– rinos, trabajan febrilmente. Primero intentan hacerse dueños •cfo los elementos embravecidos con los remos, pero .en vatio. Hace tiempo que 'están los remos encogidos y en su lugar el cubo está en incesante actividad para achicar el agua que penetra continuamente y siempre en ma:yor cantidad. Entrie tanto, la angustiosa mirada se dirige hacia el Ma,estro, que de modo inconcebi– Me sigue durmiendo tranquilamente. Ni el bra– mido del huracán, ni el estruendo de las olas, ni el romperse del bote, ni sus propias voces y gri– terío son capaces de perturbar su reposo. Es in– quietante. Finalmente, con la creciente neéesi– cfad, su temor llega a la desesperación y pasando - 141 -

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