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«Stop» a la muerte 99 precaución. Desde el momento en que comienza a per– der el miedo, la muerte va acercándose más a él. ¡Bien– aventurados los que tienen miedo, porque ellos disfru– tarán de una vida más larga! Ya lo dijo el refrán: «El miedo guarda la viña». 275 Un conductor accidentado en la autopista. Tras su– frir una cruenta operación en el quirófano, va volviendo en sí de los efectos de la anestesia. De pronto comien– za a ver al médico que le atiende vestido aún con su atuendo de faena y le dice: -Oiga, ¿qué hace usted ahí vestido de fantasma? Yo no he tenido nunca miedo a nadie ... ¿Lo oye? -Por eso ha venido usted a parar aquí -le contes– ta el doctor. 276 Cuando uno visita despacio el cementerio de una gran ciudad y va leyendo las inscripciones de todas las tumbas, instintivamente va cogiendo miedo al automó– vil. Y es que son demasiados los que allí descansan por accidentes de tráfico. Pero no es precisamente a los automóviles a quienes más hay que temer, sino a los conductores imprudentes y temerarios. 277 En un accidente de carretera falleció hace unos años casi toda una familia allá por tierras de Levante. Junto al panteón pasa, una vez más, el sepulturero, se queda un instante mirándolo a tr'avés del humo de su cigarro y exclama con filosófica flema: -¡ i ¡Cómo corrían antes, y qué quietos están aquí ahora!!! ... Que lo mediten todos los conductores. No vale la

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