BCCCAP00000000000000000001349

«Stop» a la muerte 93 la cuneta. Alrededor, tendidos, unos muñecos simulando personas humanas envueltas en un líquido rojo que pare– ce sangre. A allí a corta distancia, ocultos entre la vege– tación, unos periodistas y fotógrafos observan lo que ocurre. Y pasa un coche. Un gesto horrorizado de sus ocupantes, y aceleran la marcha... No quieren detener- se ... No quieren complicaciones ... Y pasa otro coche, y ¡lo mismo! Y otro y otro y otro ... Creen que nadie les observa, y continúan su camino. Allá se las arreglen los accidentados ... Por fin, se detiene un coche, dispuestos sus ocupan– tes a prestar los auxilios necesarios. Los periodistas y fotógrafos saltan de su escondite a la carretera para felicitarles. No había habido desgracia ninguna. No era más que un simulacro de accidente para poner a prueba el grado de humanidad y compasión de los automovilis– tas; estos últimos habían salido de la prueba con sobre– saliente. Habían probado, sin saber que tenían testigos, la bondad de sus corazones. Pero antes que ellos habían desfilado treinta, cuarenta, cincuenta coches con ocu– pantes sin corazón, que no merecían el calificativo de personas humanas. Este simulacro se ha repetido varias veces en distin– tas naciones (también en España), con parecidos resul– tados. ¡Hay hechos que casi le hacen avergonzarse a uno de llamarse hombre!. •. 257 La muerte siempre es desagradable. Pero es preferi– ble que sea en tu hogar, en tu propia cama, asistido amorosamente por los tuyos; no morir deshecho en la carretera como puede morir un perro ... La elección no es dudosa/. Y atortunadamente, la elección, en buena parte, depende de ti. Tu prudP.ncia tiene la palabra ...

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz