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90 P. David de la Calzada car el suyo ... ¿Por nada más? Pues por nada más. ¿Y no os parece a vosotros que esto es tomar las cosas demasiado por lo terrible? ¡Una vida vale más que todos los aparcamientos del mundo! Que no sea la ira la pa– sión dominante de los conductores. Y que no nos p'ase nunca nada más trágico que el que nos birlen el apar– camiento. De racionales es dar importancia a lo que la tiene. Pero de tontos, sacar las cosas de quicio y dar importancia excepcional a lo que apenas tiene impor– tancia. 250 En una colisión de dos automóviles en la carretera lo más probable es que alguien haya tenido la culpa. No es corr.iente que sean los dos; pero, uno, al menos, sí. Sin embargo, ambos echan pie a tierra encorajina– dos, se encaran violentamente y cada uno intenta con toda la fuerza de sus pulmones echarle al otro toda la culpa. ¡Sinceridad cristiana, humildad, justicia! ¡Qué lejos soléis estar de los accidentes de carretera! ... ¡Ahí nadie tiene la culpa de nada!. .. ¡Siempre es el otro!. .. 251 Un accidente mortal en la carretera y unas cuantas víctimas ... Lo primero que acude a nuestra memoria es el pensamiento de que esos muertos no estaban solos en el mundo. Quizá tenían esposa e hijos. Quizá tenían también padres, hermanos y abuelos. A las víctimas ciertamente que les había tocado la peor parte. Pero, ¿es que era grata la herencia que dejaban a sus seres queridos del mundo? ¡Hagamos todos un poco. por evi– tar esas tragedias humanas que no solamente alcanzan a los muertos, sino también a los vivos! ...

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