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«Stop» a la muerte 87 zado y una familia deshecha ... ¡Todo por cazar una lie– bre, que huyó más' viva que antes, sin enterarse de la desgracia! ... 241 A veces es un pobre harapiento el que queda des– trozado bajo las ruedas de un automóvil. No tenía fa– milia ... Estaba solo en el mundo. Vivía una vida mise– rable. Parece que nuestro sentimiento es menor, como si fuera poco lo que se ha perdido. Hasta alguno será capaz de pensar que, atropellándole, se ha hecho un doble servicio; a él y a la humanidad ... Nada más disparatado. La víctima era tan persona humana como el rey. Y además era hijo de Días ... Por tanto, un ser muy importante. Aunque al otro día no figure su nombre en ninguna esquela del periódico. 242 El peligro está siempre presente en la carretera. Y no suele andar muy lejos la muerte. La única fórmula desengañada que puede alejarlos es la prudencia. En pleno siglo XX todavía no se ha inventado nada mejor. ¡Sé prudente en la carretera, y vivirás! El joven suele ser petulante. Cree que se lo sabe todo porque ha estudiado más. Y cree que su padre está desfasado y que nada puede enseñarle a él. Pero su padre, sin haber estudiado tanto sobre los libros, tiene la experiencia de los muchos años, que es la me– jor escuela de la existencia. Por eso el joven se lleva tantas morradas en la vida, que el padre evita con la mayor facilidad. 243 Algo parecido ocurre en el mundo del automóvil. No está todo asegurado con saberse de memoria el Código

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