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«Stop» a la muerte 85 234 Nadie, al comprar un coche, cree comprar un arma homicida o suicida. Y sin embargo, la mayor parte de los homicidios y suicidios modernos se han ejecutado, consciente o inconscientemente, con el automóvil, con– vertido en arma de muerte. Las estadísticas no dejan lugar a duda. ¡Cuidado con el automóvil! No lo convir– tamos en juguete. ¡También a veces los juguetes ma– tan!. .. 235 El automóvil tiene su leyenda negra; pero él es ino– cente. Oigamos cómo se defiende entre nosotros: « Me tienen por malo ... Pero yo no soy malo; soy inofensivo, y hasta bueno, pues hago muchos favores a los que saben utilizarme. Me han hecho pasar por malo los temerarios, imprudentes e irresponsables. ¿Qué más quisiera yo que servir siempre a los hom– bres, reyes de la creación visible? Pero me hacen a la fuerza cómplice de sus crímenes los que, siendo racio– nales, se conducen de un modo irracional no respetando 8 sus hermanos ... ». 236 No es precisamente el automóvil el que ha matado a aquella persona, sino aquel señor que iba sentado al volante. Ese es el responsable de esa vida perdida en la carretera. O quizá la misma víctima, que temeraria– mente se metió bajo las ruedas. Hay un inocente en el caso, y ese es el automóvil. 237 Una pistola siempre es peligrosa en manos de un niño. Y un coche siempre es peligroso en manos de un

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