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84 P. David de la Calzada le tendríamos que considerar como la más eficaz arma de extermino humano; y tendría que marchar, en los desfiles de armamentos mortíferos, por delante del tan– que y del cañón ... 231 ¡Tiemblo por esos viajes de Jovenes que a las mil de la madrugada regresan de una fiesta! ¡Temo por la irreflexión de la juventud! ¡Temo por el alcohol inge– rido! ¡Temo por el lógico cansancio, generador de sue– ño! ¡Temo por las distracciones ocasionadas por sus bellas acompañantes! ¡Temo por... ! ¡Cuántos acciden– tes de coches ocupados por jóvenes al regreso de una fiesta a las mil de la madrugada! Todo hubiera podido evitarse con un poco de reflexión, bebiendo menos, regresando antes y sin tan bellas compañías. Pero, ¿quién es el joven capaz de adoptar tan saludables de– cisiones? 232 ¡Prudencia, conductor! No te conviertas en el ene– migo número uno de la sociedad. El automóvil no es para matar personas humanas, sino para acercarlas y unirlas por la amistad o el amor. 233 Cuando tú marchas a sesenta o setenta kilómetros por hora, la muerte no se preocupa de ti, va lejos; ape– nas se entera de que vas al volante. Pero a medida que la aguja de.1 cuentakilómetros va subiendo, la muerte comienza a interesarse por tI y se va acercando. Y al llegar la aguja a cierta cifra, ya .tienes a la muerte a tu lado mirándote de reojo ... Cualquier instante puede ser el definitivo para segar tu vida... Frena a tiempo, y ella se alejará.

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