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,,Stop» a la muerte 81 los besos y los abrazos de su esposa y de los hijos. Allí le esperan, aunque sólo sea hasta el próximo viaje, la paz y la felicidad. Pero él, en la ausencia, no se ha olvidado de los suyos. Lo saben ellos. Por eso llega un momento, tras la efusión de los saludos, en el que tal vez la niña más pequeña le dice: «Papá, ¿y qué nos has traído?». Y el papá, sonriente de felicidad, le dice: «No me he olvi– dado de vosotros. Hay regalos para todos. Este para ti, Quique. Este, para ti, Mary. Y este, para mamá... ». Nuevos besos y abrazos, y la voz emocionada de la es– posa: « ¡Todo muy bonito, Pepe! Pero para nosotros el mejor regalo eres tú, que llegas bueno y sano. ¡Procura conducir siempre con prudencia para que puedas regre– sar siempre, aunque no traigas nada! ¡Nos basta tu pre– sencia y tu amor!». 223 Si leéis asiduamente las esquelas de defunción que vienen en el periódico, os habrá sorprendido la frecuen– cia con que, bajo el nombre del finado, viene esta frase preocupante: « Muerto en accidente de carretera». No deja de ser un serio aviso a los conductores alegres y despreocupados. V es que los que ocurrió a otros, pue– de también ocurrirles a ellos. Y lo sensato es tomar precauciones para que no les ocurra. La despreocupa– ción sería una estupidez. 224 Son infinitos los accidentes de carretera e innume– rables los muertos y heridos. Pero como siempre los heridos y muertos eran los otros, llegan a creer necia– mente muchos conductores que, hagan las locuras que hagan, a ellos nunca les va a tocar. Quizá por su cara bonita. Hasta que un día fatal, cuando menos lo pensa-

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