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80 P. David de la Calzada cativo de crímenes! La vida. propia y la de los otros merece el mayor respeto. 219 ¡Precaución, conductor! Tus hijos quieren tener pa– dre. ¡Precaución! Tu esposa no quiere quedarse viuda. Y tú, me imagino que no estarás tan desesperado que quieras perder la vida ... ¡Precaución! ¡No quieras llevar a tu casa ni la orfandad ni la viudez. Busca lo mejor p'ara los tuyos y lo mejor para ti mismo. 220 El coche es nuevo. La carretera es hermosa. La ve– locidad fascinante. Pero más hermosa que todo eso, sin comparación, es la vida. ¡No te expongas a perderla para siempre por el placer efímero de la velocidad, en un coche nuevo, por una hermosa carretera! Una per– sona sensata no cambia su vida por nada de eso. 221 En muchos coches familiares he visto colocada junto al cuentakilómetros una bella fotografía de los hijos en torno a la madre. Allí van en retrato, para que el padre, al conducir, los recuerde siempre. Pero aquellos hijos hablan al padre por una inscripción dorada bajo la fo– tografía: «Papá, ven pronto; te esperamos». ¡Delicioso! Pero yo hubiera rectificado esas palabras en este sentido: «Papá, ven lo antes que puedas, pero sin crearte peligro. Lo importante es que llegues bueno, aunque sea un poco más tarde. Te espera todo nuestro c'ariño». 222 Cuando un conductor asalariado regresa de un largo viaje, en su hogar hay fiesta y alegría. Allí le esperan

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