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«Stop» a la muerte 77 208 Hay que cumplir las ordenanzas de tráfico por hon– radez profesional. Hay que respetar la vida propia y la del prójimo. ¡Me da pena de los que sólo cumplen esas ordenanzas por evitar la sanción que puedan imponerles unos guardias puestos en acecho a la caza de infrac– ciones! 209 Par'a aquel peatón que se cruza en tu camino, su vida es tan preciosa como para ti la tuya. Respétala. Si le atropellas, le habrás robado el mayor tesoro del mundo. 210 Conductor, no intentes jamás pasar a otro vehículo que va delante del tuyo, si no tienes todas las garantías de poderlo hacer sin peligro. Lo contrario, considéralo como un crimen, aunque luego no tenga consecuencias. 211 Es ya proverbial el perverso vocabulario de los au– tomovilistas. No de todos, claro. Pero muchos de ellos, ante cualquier contratiempo que les ocurre, se desatan en p'alabrotas indecentes o en blasfemias, que nada van a remediar. El automovilista debe ser un caballero de la carretera; no un rufián de barrio bajo. Que su noble comportamiento vaya diciendo a todos y por todas partes que es un auténtico cristiano. 212 Es y'a clásico el aforismo, muy aplicable a los hom– bres de la carretera: «Más vale pe.rder un minuto en la vida, que la vida en un minuto». Si estamos todos de acuerdo en esto; ¿por qué no tenerlo en cuenta en la

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