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74 P. David de la Calzada también para todos los que lleva en el coche, cuando una bella viajera se sitúa cerca de él y él ve la oportuni– dad de poder pasarse un viaje bomba en agradable diá– logo con ella. Para conducir con seguridad hay que tener bien a pun– to todos los sentidos. Y lo cierto es que en esas condi– ciones el conductor no puede atender al volante como Dios manda, porque serán muchas las distracciones que le origine su bella compañía. En estos casos deberán ser los mismos viajeros los que le llamen la atención. Y le harán un beneficio, aunque él no lo agradezca. 200 Cuando se conduce, no se puede hacer más que con– ducir; y es bastante. Lo exige nuestra propia seguridad. Se ponen en un manifiesto peligro los que, conduciendo, hacen otras cosas que tal vez pudieran parecerles compa– tibles. Con el coche en marcha, el que conduce no puede comer ni beber, encender un cigarrillo, manejar los man– dos de la radio en busca de un programa, colocar una cassette, limpiar el parabrisas, sonarse, frotarse los ojos, etc ... Es preferible parar unos momentos y hacer esas cosas seguros y tranquilos, antes que, en marcha, jugar– nos la vida. ¿Que la mayor parte de las veces no pasa nada? Convenido, pero puede p'asar cuando menos te lo imagines. Y después (claro) ya no podrá pasar más, por– que te habrán jubilado del volante ... 201 En las ·excursiones prolongadas y de muchas perso– nas en autocar siempre debieran ir un s·acerdote y un médico. Si surge algún accidente, indisposición o enfer– medad, siempre resultará útil y tranquilizadora la pre– sencia del médico. Y si hay peligro de muerte, siempre

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