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72 P. David de la Calzada ran podido salvarse, de haber habido un poco menos de prisa. ¿No es una verdadera pena? La prisa es uno de tus peores enemigos. Declárale la guerra y métete este slogan en lo más profundo del alma: «Más vale llegar tarde, que nunca». 194 Washington fue un día escenario de una aparatosa persecución de tres coches de la Policía con las sirenas a todo gas. Perseguían a un niño de siete años que, montado en la moto de su padre, salió a todo motor por las calles de la ciudad, alcanzando velocidades de más de cien kilómetros. Finalmente la motocicleta vino a estrellarse contra un árbol. El travieso muchacho salió ileso de la aventura. Y a las preguntas de sus per– seguidores, contestó con aire de justificación: -Comprenderán ustedes que si hubiera sabido dón– de estaba el freno de la moto, hubiera parado antes ... ¡Para matarlo!. .. 195 En las grandes autopistas del mundo suele haber cruces y desvíos un poco complicados. Se multiplican los carriles, los indicadores, las flechas, las luces, etc. Y como la veocidad exigida en las autopistas es bas– tante notable, a veces no da tiempo a que el conductor se hag'a cargo de todo aquel barullo de informes, equi– vocando tal vez la dirección. En estos casos no le queda más remedio que seguir adelante y rectificar luego tran– quilamente en la primera oportunidad. 196 «Prohibido hablar con el conductor». Era un letrero que antes podía leerse en muchos coches de línea. Hoy ya apenas si existe. La prohibición tenía su importancia, pues la charla fácilmente distraía al conductor, y la dis-

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