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68 P. David de la Calzada tierra con todos sus habitantes. Las campanas de todo el mundo tocarían a muerto. Lo curioso es que algo pa– recido está ocurriendo cada año en las carreteras, y pa– rece que esto no conmueve a nadie, si exceptuamos a los familiares de las víctimas. No hay sensibilidad en los corazones... Hemos perdido la solidaridad cristia– na ... Ha naufragado el amor... 180 Caso curioso. Cuando todas las llamadas a la pru– dencia hechas a los automovilistas habían fracasado, un pastor protestante de Pacisur-Eure decidió repartir entre sus feligreses unas estampitas de Nuestra Seño– ra de la Prudencia. Al dorso de esas estampas se leía esta recomendación: «Automovilistas: Esto es lo que podríais cantar: A 60 kilómetros por hora, « ¡Qué placer!». A 75, '¡Qué brisa tan deliciosa!'. A 80, '¡Adelante, soldados de Cris– to!'.A 110, 'Abriros, verjas de perlas!'. A 120, '¡Más cerca de Ti, Señor!' (eran títulos de otras tantas can– ciones de la época). A 150, usted deja de cantar, por– que seguramente podrá escuchar el 'Requiem aeternam' que otros cantan por usted». ¡Sin comentarios!. .. 181 También en los calendarios católicos aparecen a ve– ces excelentes consejos para los automovilistas. Ahí v'an algunos de ellos: «Cuando vayas por la carretera, fíjate en las seña– les. No veas en ellas solamente prohibiciones. Imagí– nate que son avisos que te pone Dios para que puedas cumplir con mayor eficacia el quinto Mandamiento. Son gracias actuales. Son Angeles de la Guarda que están velando por tu vida, las de tu familia y las de tus seme-

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