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66 P. David de la Calzada 174 Me imagino a un indicador de carretera dialogando con un cercano poste de la Telefónica: -Oye. Hace mucho tiempo que no vemos a fulano pasar por aquí. ¿Le habrá ocurrido algo? -Ni volverás a verlo -le contesta el poste. -Hace un mes quedó tendido en la carrete;-a o veinte kilóme– tros de aquí. Era un pedante que no hacía caso de voso– tros. Creía saber más que nadie, y así acabó ... Tuvo la suerte que se merecía ... 175 Las antenas de Radio Vaticano lanzaron un día al aire este consejo y advertencia a los automovilistas: --«El comportamiento del hombre es la única y ver– dadera causa de la inútil matanza que transforma las carreteras en caminos de muerte ... El cristianismo tie– ne un amplio campo de aplicaciones sobre la ruta; el sentarse al volante del automóvil no es un juego. La carretera tampoco es una pista deportiva. Es prohibitivo conducir para librarse de complejos, exhibir audacias o establecer «records» de velocidad. Todo esto revela falta de educación en las normas de tráfico, desprecio de la vida y los bienes del próji– mo, y pobreza de caridad y amor». 176 Un juez norteamericano (Loren Shortridge), inadver– tidamente cruzó una calle con su coche, cuando el disco se hallaba en rojo. Reconociendo la infracción, él mis– mo firmó en el acto una orden de comparecencia ante el tribunal que él presidía y se la entregó al jefe de Policía. Compareció la fecha indicada en el tribunal, y el propio juez se impuso una multa de dieciocho dólares

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