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64 P. David de la Calzada legio y abundan los distraídos que no se preocupan de mirar en todas direcciones antes de cruzar la calzada. Y, de pronto ... , ¡el frenazo chirriante, que no ha po– dido impedir que un hombre, una mujer o un niño que– den deshechos bajo las ruedas!. .. Es indignante ver un coche o una moto a velocidades de vértigo por las calles de una población. Sólo un loco o un criminal pue– de conducir de tal manera. 170 -¿ Le ha ocurrido a usted algún percance con el co– che? Esta es la pregunta que he dirigido a multitud de conductores y taxistas por esos mundos de Dios. Y ten– go que confesar que buen número de ellos me han con– testado: «En más de veinte o treinta años que llevo al volante, gracias a Dios, nunca me ha ocurrido nada que valga la pena». Sí; afortunadamente todavía hay en España muchos conductores sensatos y responsables. Gracias a ellos, no se han duplic'ado o triplicado los accidentes de ca– rretera. ¡Que Dios conserve la cabeza y la conciencia a esos honrados conductores para bien de todos! ¡Ah! iY que aumente la cofradía!. .. 171 Una teja que cae del alero de un tej'ado puede dejar a un hombre tendido en la acera. Acertó a caer en aquel preciso instante en que él pasaba, y le mató. Pero un coche no es un artefacto ciego que se mueva por la calle. Va pilotado por un hombre que tiene ojos, que tiene manos y que tiene inteligencia. Que ve el peligro y puede soslayarlo. Un hábil y rápido cambio en la di– rección, y se habrá evitado el atropello de aquella per– sona o el choque con aquella valla. Entonces, ¿por qué hay tantos accidentes? Porque

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