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62 P. David de la Calzada los que lo tienen que dar son honestos. Por otra parte, me parecería un crimen. Si un día quedara usted en la carretera, el culpable, en buena parte, sería yo. Y no quiero sangre sobre mi conciencia ni remordimientos para toda la vida ... Aplíquese usted bien y g·ane el car– net a pulso» 164 José María Burgos, en su libro: «La octava plaga: los accidentes», nos dice: «Se consideran como transgresiones graves en la carretera: El exceso sistemático de velocidad. La perti– naz voluntad de adelantar. El uso indiscriminado de los deslumbrantes. Conducir sin carnet. La marcha excesiva en los cruces, curvas cerradas o peligrosas. Conducir en estado de embriaguez, sonnolencia o agotamiento. Marchar por la izquierda o en dirección prohibida. Ade– lantar a otro que está adelantando. Echarse a la carre– tera con los frenos o las luces en mal estado. Ap'arcar en un lugar sin visibilidad con tráfico peligroso, etc ... El riesgo que todas estas acciones y circunstancias llevan consigo para uno mismo y para los demás, expli– ca esta grave responsabilidad moral y de conciencia». 165 Curioso, pero impresionante. En junio del 64 y en el Circuito de Carreras de Le Mans, chocaron dos bólidos a una velocidad desaforada, y los conductores resulta– ron ilesos; pero tres de los organizadores de la prueba resultaron heridos graves, muriendo a los pocos minu– tos en el hospital. Lo que nos dice que, no sólo en el intervenir, sino también en el presenciar esas pruebas puede estar el peligro.

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